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4 May 2017
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ARTÍCULO DE OPINIÓN – A 50 años de la Encíclica Populorum Progressio. La desigualdad del después, por Guido Risso

A 50 años de la Encíclica Populorum Progressio. La desigualdad del después.

Por Guido Risso

El autor es Máster en Doctor en Ciencias Jurídicas. Especialista en Constitucionalismo. Profesor Titular de Derecho Político en la Universidad de San Isidro. @rissoguido

 

El pasado 26 de marzo, cumplió 50 años la Carta Encíclica de su Santidad el Papa Pablo VI Populorum Progressio. Allí, en el punto 6° de su primera parte, se afirma que los hombres aspiran a “verse libres de la miseria, hallar con más seguridad la propia subsistencia, la salud, una ocupación estable; participar todavía más en las responsabilidades, fuera de toda opresión y al abrigo de situaciones que ofenden su dignidad de hombres; ser más instruidos; en una palabra, hacer, conocer y tener más para ser más: tal es la aspiración de los hombres de hoy”. La Encíclica constituye una fotografía del siglo veinte, una especie de diagnóstico perfecto de aquel mundo de finales de los ´60 y, a la vez, una referencia para analizar este siglo veintiuno, al que hemos llegado.

Me pregunto, entonces: ¿cuál era el mundo de aquel “hoy”? ¿Cuáles eran las características políticas y económicas mundiales al tiempo de escribirse aquella Encíclica? ¿Cuál era la suerte de los pueblos en aquel entonces? Y por último: ¿cuál es el mundo de nuestro “hoy”?

En primer término, es preciso señalar, al menos brevemente, que en aquella época todo se enmarcaba en el contexto de polarización ideológica establecido entre EE.UU. y la U.R.S.S; la Guerra Fría estaba en su apogeo, la ONU tenía poco más de 20 años y la Declaración Universal de los Derechos Humanos aún no cumplía las dos décadas de vida.  Un dato fundamental de la época es la aparición de “nuevos” países en la comunidad internacional producto de los procesos de descolonización, sobre todo en el Continente Africano. La democracia todavía no era el sistema político más generalizado y, en América Latina, gran parte de los pueblos padecían la opresión de las dictaduras. Ése era, a trazo grueso, el mundo para el cual y desde el cual Pablo VI  escribió la Populorum Progressio.

Lo cierto es que, medio siglo después, le toca celebrar su aniversario en un mundo poblado por millones de seres humanos que luchan cuerpo a cuerpo y día a día contra el hambre de alimentos y de instrucción, contra epidemias, contra el abandono institucional, contra la indiferencia de los sistemas jurídicos. Un mundo en donde cada vez más personas huyen de bombardeos y de ataques genocidas. Países que se amurallan ante migrantes desesperados, pueblos que ceden derechos y libertades a cambio de seguridad y ultranacionalismo, un deterioro ambiental que no cede y la siempre presente amenaza nuclear; todo ello, ante la mirada ajena de una comunidad internacional, que ocasionalmente reacciona con promesas y protocolos.

El 11 de abril de este año, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) denunció la existencia de “mercados de esclavos’’ en Libia. Desde Ginebra, Othman Belbeisi, Jefe de la misión de la OIM en Libia, declaró lo siguiente: “Usted va al mercado y puede pagar entre 200 y 500 dólares por tener un migrante’’ y utilizarlo para “sus tareas’’. Finalmente dijo que las mujeres terminan siendo esclavas sexuales[1]. Por otra parte, y aunque suene medieval, el hambre continúa siendo el arma más potente de destrucción masiva de la actualidad.

Según las últimas estadísticas de la FAO de 2015, hay aproximadamente 800 millones de personas que padecen de hambre en el mundo,  es decir,  una de cada nueve personas en la tierra no tienen suficientes alimentos para llevar una vida saludable y activa[2]. En la sesión de apertura del Consejo de dicho organismo de las Naciones Unidas, el 24 de abril de 2017 en la ciudad de Roma,  el Director General de la FAO, José Graziano da Silva sostuvo que: «Si no hacemos nada, unos 20 millones de personas podrían morir de hambre en los próximos seis meses solamente en el noreste de Nigeria, Somalia, Sudán del Sur y Yemen». El Progreso de los Pueblos cumple 50 años en medio de un gentío abandonado a la angustia de sobrevivir. Para millones la vida se ha convertido en la repetición de momentos angustiosos.

Ya en su tiempo, la Encíclica no sólo asumía ese abandono -sobre todo el que sufrían los pueblos de las periferias-, sino que también denunciaba expresamente la explotación sobre aquellos países en vías de desarrollo. Exponía la desigualdad.  Tal vez, la siguiente expresión contenida en el punto 23 referente a la “propiedad” sintetice el alma de la Encíclica y el dolor de aquel Papa ante un mundo deshumanizador: “No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad, cuando a los demás les falta lo necesario”, escribió Pablo VI. Sin embargo, medio siglo después, respiramos sobre un planeta en donde el 45 % de la riqueza está en manos del 0.7 % de la población, es decir de 34 millones de personas[3]. Un puñado -frente a las casi siete mil millones de almas- que efectivamente se reserva para su exclusivo uso bastante más de lo que necesitan.

En suma, la desigualdad -conforme los niveles en que se encuentra actualmente- se constituye ya como una violación flagrante a la dignidad humana, ha dejado de ser exclusivamente una cuestión de dinero y distribución de riqueza para afectar por tanto directamente al orden sociocultural, puesto que la desigualdad moderna reduce nuestra salud, nuestra capacidad cognitiva, nuestra autoestima, en definitiva, nos limita la posibilidad para actuar y participar en el mundo. Todo esto frente a estantes repletos de tratados, convenciones y documentos internacionales en materia de derechos humanos, y ante la mirada inútil de sus respectivos órganos jurisdiccionales de contralor[4].

El derecho internacional de los derechos humanos y su correspondiente ingeniería de cortes, tribunales, comités y comisiones, todos encargados de velar por la promoción y control de los plexos normativos,  se han convertido en la fachada luminosa de un edifico que por dentro está en ruinas.

Por último, quiero resaltar la expresión del Papa al comienzo de la Encíclica, en donde en el punto 4,° al hacer mención a su conferencia ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, dijo: “Ante tan amplio areópago, fuimos el abogado de los pueblos pobres”.

“Hay que darse prisa. Muchos hombres sufren y aumenta la distancia que separa el progreso de los unos del estancamiento y aún retroceso de los otros”, punto 29 de la Encíclica Populorum Progressio.

[1] Diario “Pagina 12”, Buenos Aires, miércoles 12 de abril de 2017

[2] “Estado de la Inseguridad Alimentaria en el Mundo”, FAO, 2015. www.fao.org

También surge del informe que Asia es el continente con la  mayor cantidad de personas del mundo que padecen hambre (dos tercios del total de su población). En el África subsahariana una persona cada cuatro presenta desnutrición. En los países en desarrollo uno de cada seis niños – aproximadamente 100 millones – presentan peso inferior al normal y 66 millones de niños en edad escolar primaria asisten a clases con hambre en los países en desarrollo.

[3] Fuente “Informe sobre riqueza global 2016 Credit Suisse” (credit-suisse.com)

 

En el informe realizado por “Oxfam International” llamado “Una economía al servicio del 1%”, del año 2016 se llegó a la conclusión que 62 personas poseen la misma riqueza que la mitad de la población mundial.

En dicho documento se señala que desde el año 2010, la riqueza de la mitad más pobre de la población mundial se redujo en un billón de dólares, lo que supone una caída del 38%, lo cual ocurrió en un contexto de crecimiento de la población de cerca de 400 millones de personas durante el mismo período.

 

[4] Therborn, Göran, “La desigualdad mata”, Alianza Editorial, España, 2015

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