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24 Oct 2020

Adrián Beccar Varela: narrar la historia y «monumentar» a sus protagonistas.

(A propósito de una efemérides)

Por Oscar Andrés De Masi*

 

Como hemos señalado en reiteradas ocasiones, Adrián Beccar Varela, que escribió mucho, no fue – al menos hasta donde sus papeles lo atestiguan- , ni poeta ni literato. Es evidente que el foco de sus reflexiones se centraba en los temas concretos de la vida comunitaria, del universo del derecho público y de la crónica histórica, antes que en la vibración lírica o en la imaginación de ficciones narrativas.

La cimentación de una historia local, amalgamada en el marco más amplio de una historia argentina narrada en clave de epopeya cívica, fue uno de sus logros, porque supo transformar la memoria de ciertos hitos referenciales de su pueblo. en «relatos» dotados de un sentido identitario que excedía los confines del Pago de la Costa.

Así, la chacra de Pueyrredón y su añoso algarrobo, concebidos como escenario de la germinación del plan continental sanmartiniano , ingresaron al imaginario colectivo por obra de su pluma. A partir de su relato plasmado en la monografía que lleva por título Juan Martín de Pueyrredón (1924), aquel sitio sanisidrense revestido de aristocracia lugareña, se volvió un «semióforo» para tofos los argentinos. La exaltación de los méritos civiles de Pueyrredón era el conector necesario entre ambas escalas identitarias implicadas: lo local y lo nacional.

Pero la operación discursiva de Adrián Beccar Varela no se ciñó, entonces, a la sola escritura de un libro. Se extendió a un «programa monumental», de cuya concreción se cumplen 96 años y que permanece en pie en uno de los enclaves más bonitos de la localidad de Acassuso.

En efecto, el 24 de octubre de 1924, una abigarrada multitud se dio cita en el corazón del barrio  «Parque Aguirre», para proceder  a la inauguración festiva y solemne del monumento a don Juan Martín de Pueyrredon.

Como práctica epocal, la inauguración de los monumentos estatuarios debía observar un «ritual»: la llegada de los vecinos y las delegaciones escolares, la recepción de las autoridades en el palco oficial, la ejecución del Himno Nacional, la bendición, la pirotecnia, los discursos…Y el momento de mayor dramatismo escenográfico: la des-velación del monumento, que, hasta ese preciso momento, permanecía cubierto por un paño blanco, suscitando la curiosas ansiedad de la concurrencia.

Presidía la ceremonia de aquel día el presidente Marcelo T. de Alvear, a quien acompañaba su esposa, la carismática Regina Pacini.

Cuando se descorrió el velo que ocultaba la escultura ejecutada por Hernán Cullen Ayerza, y tras los aplausos y los vítores entusiastas (en verdad, la obra llamaba la atención por las notas expresivas de la estatua, y  por el tamaño y la hechura de su pedestal de granito rojizo, proveniente del penal de Sierra Chica), entonces tomó la palabra Adrián Beccar Varela, para pronunciar el discurso principal de la jornada, cuyos repliegues iban más allá del protocolo.

En efecto: Adrián era, en ese momento, el portavoz de la comunidad entera de San Isidro, que al  honrar la memoria de Pueyrredon como figura identitaría sanisidrense, venía a pedir ante el Primer Magistrado y varios de sus ministros, la adquisición, por parte del Poder Ejecutivo, de la quinta que fuera morada del Director Supremo, y su declaratoria como «monumento nacional».

Nótese que en 1924, aún no había sido sancionada la ley 12.665 que vino a regular el sistema de monumentos nacionales. Pero había antecedentes (la casa natal de Sarmiento en San Juan, declarada en 1911) que alentaban el petitorio.

Y para refrendar con la «vivencia» directa del lugar la legitimidad del pedido, el programa del día concluyó con la visita del presidente Alvear  y su comitiva a la quinta de Pueyrredon, guiados por  Beccar Varela.

La «operación» de memoria histórica fue un éxito: años más tarde, el «quintón» fue adquirido por el gobierno, declarado monumento nacional y destinado a museo. Y el monumento estatuario a Juan Martín de Pueyrredon permanece erguido en la plaza que lleva su nombre (en lo que antes fueron sus tierras, adquiridas por vía dotal de su esposa, doña Calixta Telechea), configurando uno de los mojones de identidad más reconocibles del distrito.

Una vez más, detrás del patrimonio identitario de San Isidro, asoma la iniciativa patriótica y el protagonismo ejecutivo de Adrián Beccar Varela.

*Cátedra Abierta «Adrián Beccar Varela» de estudios sociales y culturales- USI

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