Argentina frente al Covid-19: la cuarentena y el día después
La pandemia borró de un plumazo las prioridades del presidente Alberto Fernández al poco de llegar al poder. Contener la tasa de contagios y equipar al sistema sanitario pasaron a ser el eje de la nueva política.
Por Pablo Bulcourf, para Política Exterior.
La Humanidad, o por lo menos los países que han atravesado algunas de las facetas de la vida moderna, ya sea en Occidente o el Lejano Oriente, se perciben en un momento de excepcionalidad. Solo en las grandes guerras mundiales del siglo XX se vivió una situación de cambio tan radical, pero siempre focalizado en Europa y con la participación de otros países, principalmente Estados Unidos. La pandemia del coronavirus se ha extendido de manera vertiginosa, propia de esta etapa hiper-globalizada del capitalismo, con la rapidez con la que circula el capital financiero o se realizan las conexiones aéreas que circulan el globo.
El Estado-nación, desdibujado desde la crisis de su versión del bienestar, parece resurgir y ocupar una nueva centralidad que ha puesto freno a los deteriorados procesos de integración regional. Los medios masivos de comunicación se tornan más poderosos y muestran un mundo desolado, cargado de contagiados y muertes. Se ha generado una forma de “epidemología mediática” que exige a los gobiernos respuestas inmediatas frente a una ciudadanía resquebrajada por el miedo. Y una erosionada democracia vislumbra a la parca de sus instituciones en este diminuto ser que solo puede visualizarse con un microscopio electrónico.
Se ha generado una forma de ‘epidemología mediática’ que exige a los gobiernos respuestas inmediatas frente a una ciudadanía resquebrajada por el miedo
El norte de Italia pasa rápidamente a ser el centro del epicentro, desplazando a China. Pronto España, Francia, Alemania y Reino Unido también se ven afectados. La epidemia ya es pandemia para los organismos internacionales que no han podido reaccionar con rapidez en su reconocimiento y en la propuesta de acciones integrales. Cruzamos el Atlántico y EEUU se transforma en el país con más contagios y muertes. América Latina no es ajena. A mayor conectividad internacional, mayor es la rapidez de la expansión; el avión es el principal vehículo que incrementa exponencialmente la tasa de contagios.
Tanto en el viejo continente como en América los países toman medidas muy diferentes, pese a tener miles de kilómetros de fronteras comunes. Al no existir tratamientos eficaces ni vacunas, el aislamiento extremo y una higiene básica pasan a ser las herramientas de mayor utilidad. Los sistemas sanitarios se ven colapsados por no estar preparados con suficientes camas de alta complejidad y dotaciones adecuadas de respiradores. Las personas mayores de 60 años son las principales víctimas mortales. La frase “hay que aplanar la curva” pasa a ser un eslogan común, aunque con caminos muy diferentes para intentar alcanzarlo.
Gestión eficaz
Argentina acababa de renovar sus autoridades políticas en diciembre, con un cambio en el partido de gobierno. La nueva coalición centrada en el tradicional peronismo regresaba al poder después de la experiencia macrista, que había tratado de implementar una especie de “neoliberalismo tardío”, despreciando la intervención estatal en la vida económica. De hecho, el de Mauricio Macri fue un gobierno de consejeros delegados, debido a la participación de muchos integrantes del sector privado en los cargos de gobierno. Como es tradicional en el país, un ciclo político deja en herencia al siguiente una nueva crisis económica con mayores índices de pobreza. La pretendida política de “hambre cero” de Macri derivó en vacas más flacas.
La nueva coalición peronista tenía la particularidad de estar encabezada por Alberto Fernández, un ex jefe de gabinete de los gobiernos kircheristas que había terminado mal con la expresidenta Cristina Fernández. La necesidad de enfrentarse exitosamente al macrismo y sus aliados exigía una coalición que reconstruyese el campo peronista. Por primera vez, una vicepresidenta poseía más poder y capacidad de liderazgo que quien encabezaba la lista.
El desafío inicial del nuevo gobierno era intentar restaurar una economía que articulaba de forma macabra inflación con recesión, lo que algunos expertos llaman estanflación. A esto hay que agregarle un enorme endeudamiento externo. La pandemia borró de un plumazo las prioridades de la política. Contener la tasa de contagios y equipar al sistema sanitario pasaron a ser el eje de la nueva política.
Hay que reconocerlo, el ejecutivo nacional actuó en forma rápida, siendo uno de los primeros en declarar a nivel nacional una cuarentena bastante estricta, a pesar de tener un régimen federal. Gobernadores e intendentes van a acatar las decisiones presidenciales, más allá del color partidario. Posiblemente la gran dependencia financiera hacia gobierno central y una mayor pertenencia al partido de gobierno hayan sido elementos centrales en este proceso.
De buenas a primeras, la figura de Alberto Fernández pasa a ser crucial, construyendo un nuevo liderazgo tan vertiginoso como la expansión de la pandemia. Varias encuestas le otorgan un 80% de aceptación. La figura de la expresidenta y actual vice queda en las sombras, teniendo una escasa participación (de hecho, en una primera etapa se encontraba en Cuba acompañando a su hija). El gobierno se transforma en una meritocracia sanitaria, en donde los ministros ceden protagonismo a médicos especialistas en infectología y epidemología.
¿Qué fue del populismo peronista?
Nada más alejado del populismo en algunas de sus versiones que lo anterior. Y esto se puede apreciar comparando las decisiones de presidentes tan diferentes como Jair Bolsonaro en Brasil, Andrés Manuel López Obrador en México o Donald Trump en EEUU. ¿Pero no era acaso el peronismo un fiel representante del populismo?
La concentración de poder ha sido enorme, pero con un respaldo ciudadano considerable. Solo una reacción contra el confinamiento de los adultos mayores de 70 años logró ser declarada inconstitucional; medida que fue adoptada por Rodriguez Larreta, jefe de gobierno de la Capital Autónoma de Buenos Aires, perteneciente al macrismo. El poder legislativo nacional entró en una aparente hibernación, lo mismo que el poder judicial, salvo para otorgar una serie de excarcelaciones que generaron otra reacción negativa por parte de la ciudadanía, teniendo que dar marcha atrás en la medida.
La cuarentena fue entrando en diferentes fases, y diversificando su implementación y formas de apertura, teniendo en cuenta la amplitud geográfica y demográfica del país. El gran dilema actual consiste en resolver la compleja tensión entre la política sanitaria y la economía. La pobreza aumentó en forma rápida y la necesidad de buscar alguna salida pactada con los acreedores internacionales y el FMI son también la otra cara de la moneda.
La crisis generalizada también se constituyó en un catalizador de procesos sociales que venían gestándose. Por un lado, asistimos a una virtualización forzada de la educación en todos sus niveles, poniendo severamente en duda la calidad de esta e incrementando la brecha educativa entre pobres y ricos. El teletrabajo se va instaurando en muchos espacios laborales, especialmente en la administración pública.
La emergencia generaliza extiende una gran duda sobre el régimen democrático y la perdurabilidad de sus instituciones de mecanismos de división de poderes y sistemas de control, de hecho poco eficientes en Argentina. ¿Estaremos frente a una nueva forma de democracia delegativa? Son muchos los dilemas y el horizonte se ve demasiado nublado. ¿Cuándo será el día después? Este se va gestando de manera constante, parece tan cerca y tan lejano. Como diría el pensador florentino, esto demuestra una vez más que la política debe articular virtud y fortuna.
Pablo Bulcourf es Secretario de Investigación de la Universidad de San Isidro.